martes, 21 de abril de 2009

Es inconmesurable...La medida que menos le sirve a la felicidad es el tiempo: siempre la cantamos en el recuerdo. Lo mismo que la salud cumple su destino siendo olvidada, la felicidad toma cuerpo cuando se la añora ante el hueco que dejó a nuestro lado. Como el amor también en eso. Cuando ella reina no la sentimos tanto. Llamamos dichosos a ciertos instantes cuando ya han transcurrido: nos enriquece el tiempo malgastado. La felicidad vacila con frecuencia entre la nostalgia y la melancolía. Por eso nos entristece tanto volver a los lugares en que fuimos felices. Se alzó en ellos el árbol de la vida con sus miles de pájaros inquietos; se nos invitó allí a esa fiesta que siempre concluye de forma inesperada... Pero soñando despierto no se puede ser feliz. Soñar sólo te puede hacer perder días de vida: mala o buena, de vida. En ella, la felicidad es parecida a un trabajo sin un contrato fijo. Porque está en las cosas que no se planean: consiste siempre en una sorpresa; si no, sería sólo un proyecto que se ha cumplido. Hay que abrir bien los ojos, no cerrarlos. Hay que estar bien despierto. Y así y todo, así y todo... Cuánta tristeza cabe en la felicidad.

Por eso, si viene, bienvenida,gracias. Y, si no, que la zurzan. Ya arreglaremos cuentas con quien sea al final.

Los papeles de Agua, Antonio Gala

No hay comentarios:

Publicar un comentario